sábado, 8 de diciembre de 2012

La vida como un puñal hay veces que duele...

No hay nada más gratificante que sentirse querido. Ese calor que nace de lo más profundo del pecho y se irradia, calentando hasta el último recoveco de tu cuerpo aún en el invierno más frío. Esa hinchazón que se extiende, haciéndote caminar más derecho, más erguido, más entero... más persona. Esa fuerza que te hace levantarte por las mañanas con una energía que derrochar a lo largo del día, y repartir sonrisas de donde sólo puedes sacar llanto. Ese secar océanos para repartir luz. Es una sensación de esas que se guardan en una cajita, en lo más hondo de lo que llaman "corazón". 

Y por el contrario existe también esa sensación gastrocéntrica, con afán retráctil y consumista. Todo se encoje, se empequeñece, y los nudos se suceden desde la boca hasta los intestinos. Todo se asfixia, se estrangula, y los sudores fríos comienzan a correr. Ríos de agua perdidos por los poros, que hielan la sangre y la piel. Amargor recorriendo la selva de papilas, acidez y sequía; rechazo somatizado...

Dos opuestos inconjugables, pero emulsionables. Nudos henchidos de grandeza, sudores cálidos como ninguno, caminares rectos en la inconmensurable pequeñez de mis entrañas... Soledad en la más certera de las compañías...

Un tormento irónico y satírico, que cíclicamente ataca la cordura del seso, la realidad del ensueño.


1 comentario:

  1. Sabiendo que solo escribes cuando tienes inspiración, parece que las "musas" han ido a visitarte a la soledad de la compañía... ;)
    (CEL)

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