Como una mala hierba que crece descontrolada, en pocos minutos esa idea, obsesión sentida, se había instaurado como un dogma de fe, una forma de vida, un mal veneno que invade y cambia radicalmente la actuación, un virus que toma el poder y gobierno de aquello que infecta... un régimen ideocrático que aplasta a todo atisbo de mi propio gobierno, mi manida y desgastada autocracia...
Sin darme cuenta no soy yo (o al menos el yo que creí ser) y no me considero dueño de mi actuar. No recuerdo el punto de inflexión, el lugar de la infección o la causa exacta de la pandemia que, sin yo buscarlo, me ha dotado de un nuevo cariz.
Tal vez deba dejar de buscar las razones, y disfrutar un poco más de la aleatoriedad existencial que me rodea... Al fin y al cabo, ¿no se basa en eso lo absurdo de nuestra existencia?
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