lunes, 10 de diciembre de 2012

Una tarde cualquiera de estudio

Y en el hastío de la embriaguez de conocimientos, en la desolación de una habitación que no ofrece más que unas cuantas hojas manuscritas bajo la luz de una bombilla titilante; desistir de toda cordura y ceder al cálido arrullo de una melodía amiga, y ser partícipe de ella.


Y volar, y soñar, y dejar las manos flotar sobre unas teclas conocidas, en busca de una melodía por descubrir... 
Y tocar y oír, y ver y sentir, y oler y correr por los ríos de emoción, de vida, de ser que se derrochan en cada vibración desprendida...
E identificar el soplo, madera y cristal, cuerda y metal de cada una de las ochenta y ocho maravillas que exhalan su aliento a cada martillazo, cada golpe, cada pulsación...

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