Y mientras el aire sigue barriendo las hojas del asfalto, yo sigo henchido, desbordado, a-punto-de-estallar. No me dejo tregua en mi descanso y no aparto del foco de atención mi desconocido subconsciente. Siempre el subconsciente. ¿Qué tendrá para poder jugar con nuestra voluntad a su antojo, sin aun nosotros enterarnos de sus deseos?
Y desde el fondo de mi mente, lo único que alcanzo a oír es una risa irónica y burlesca, casi colindante con el mal gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario