De las mañanas de sábanas y las tardes de insomnio, la casa sin barrer y el espíritu límpido. El silencio en las orejas. Las estrellas, compañeras. Los chorros, el frío, el verde y el gentío.
Olvidar de amar, de pensar, de echar y hechar. Olvidar de hablar, de oír, de llamar y ser llamado. Olvidar de olvidar, de indagar, de buscar y rebuscar.
El todo y la nada fusionados en un mismo ser inexistente, impensable, intrínseco, incalculable, etéreo e imperdible.
Tan solo un amanecer más que calienta con la fuerza suficiente para derretir los restos de mi glaciar.
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