Todo te hace flotar en ese ambiente cargado, abarrotado, mágico, especial.
Los problemas del día a día, las mil y una vueltas a cosas sin sentido y las preocupaciones por las banalidades venideras se esfuman. Pasan a un plano que subyace en lo más profundo y todo se llena de nada.
Parece que en cualquier momento fuese a echar a volar; vaya a cerrar los ojos y me encuentre sobrevolando océanos, montañas nevadas, lagos arrinconados por frías cordilleras. Volar con nada y sin nada, cortando el viento de frente y sintiendo sin sentir hasta el último átomo de mi cuerpo.
Y vender mi alma por un poco de felicidad...
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