Hace tiempo que no lloro y no libero a mi niño, tierno, dulce e inocente. Que no me abandono a unos cálidos brazos conocidos, y a un hombro que recoja el amargo licor que mana incesante. Que no siento una mano ajena rozándome las mejillas y susurrando que todo irá bien.
Parece que mis pupilas han olvidado cómo fabricar agua de mar, y que mi pecho y mi garganta no recuerdan el nudo de la opresión.
Hace tiempo que mi rostro permanece impertérrito ante cualquier noticia o hecho, y que nada perturba la impasible expresión de mis labios, dibujando una pintoresca mueca de disconformidad.
Hace tiempo que no lloro, pero a veces...
... lo requiero más que el respirar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario